Erotismo en la literatura. Literatura erótica

Concepto

Erotismo es una palabra formada a partir del griego éro¯s , con que se designaba al amor apasionado unido con el deseo sensual. Tal sentimiento fue personificado en una deidad: Eros. Téngase en cuenta que en griego moderno la palabra erotas alude al amor romántico.

En castellano y también en otros idiomas, el término erotismo connota y denota todo lo relacionado con la sexualidad y no simplemente el acto sexual físico, sino también todas sus proyecciones. De este modo, el erotismo puede observarse en combinación con la libido, término muy utilizado por el psicoanálisis para referirse al deseo sexual,considerado como impulso y raíz de las diversas manifestaciones de la actividad psíquica. El erotismo trata, en esencia, de todo aquello que emana de nuestra zona libídica y está relacionado con el sexo.

La delimitación entre erotismo y pornografía obedece a una cuestión estrictamente personal, puesto que depende del punto de vista e incluso del contexto en el que se emplee cada uno de los términos. No obstante, podemos apuntar como rasgo dife- renciador del erotismo su limitación de la exhibición generosa de la epidermis y su interés por la sugerencia con mayor o menor picardía, frente a la ilustración explícita característica de la pornografía, que expone de forma directa las relaciones sexuales.
En este sentido, los aficionados al cómic japonés distinguen el Ecchi (ッチ), que no muestra el coito, del Hentai (変態), que ya es plenamente pornográfico. La diferencia se establece, por tanto, en el grado de importancia de los elementos eróticos para el desarrollo de la obra.

Según Morales (1998), «no hay un modo mejor de conocer la evolución del hombre, su historia, su cultura, los movimientos estéticos y filosóficos, que a través del erotismo. Y donde el erotismo se contiene en su expresión más elaborada es en la literatura». No sabemos si es cierta esta afirmación, pero sí que podría ser una buena característica para efectuar una profunda radiografía de un momento dado de la his- toria de una sociedad determinada. Incluso algún estudioso como I. Bloch (1938) se ha atrevido a afirmar: «Lo más profundo, específico y entrañable de la vida emocional de una época entera puede ser medido por la concepción de lo erótico, como si este fuera un instrumento de precisión».

Análisis

Si realizamos un recorrido por la historia de la literatura universal, por breve que este sea, nos encontraremos con muchísimos escritores que han cultivado secreta o abiertamente la literatura erótica o el erotismo en la creación literaria. Según acentuemos esta mirada, hallaremos fragmentos, poemas, textos teatrales, narraciones u obras completas con una alta intensidad del aspecto erótico o con un esbozo sutil del mismo. Así, por ejemplo, es posible citar fragmentos claramente eróticos en obras como Tirant lo Blanc de Martorell, el Quijote de Cervantes o el Ulises de Joyce, sin que por ello se considere a estas obras dentro del género concreto de la literatura erótica.

En el antiguo Egipto se redactaron tratados acerca del sexo, en ocasiones meras recopilaciones de posturas sexuales, como por ejemplo en el famoso papiro de Turín, donde se detallan las variantes del acto amatorio. La sexualidad egipcia se concebía como algo ritual, una manera de entrar en contacto con el mundo de los dioses, y en ella el hombre era el factor más importante. Ello se deriva del mito de la creación, en el cual el creador primigenio es un hombre y el resto del mundo surge por su masturbación. Respecto a los rituales de carácter erótico, los griegos se mostraban muy sensibles ante el rito en honor a Osiris, que consistía en mostrar las partes genitales e incluso copular con un toro considerado como la encarnación del mismo dios. Todo ello estaba relacionado con ritos de fertilidad, para asegurar a su vez la fertilidad de las tierras del valle del Nilo. La literatura de la antigüedad relativa al erotismo se caracteriza principalmente por la unión entre lo divino y lo terrenal. Son frecuentes las alusiones a los dioses y los cultos a la fecundidad y al falo. Las hetairas, mujeres que elevan la práctica del amor a la categoría de arte, fueron autoras de tratados sobre sus prácticas, algunos de los más célebres fueron los de Artyanassa, los de Filenis de Samos y los de Elefantis. En no pocas ocasiones, el erotismo literario también va asociado a la comedia o a la sátira y la crítica social.

Los primeros escritos de literatura erótica se remontan a la antigua Grecia, en torno al año 400 a. C., cuando el dramaturgo Aristófanes escribió la obra de teatro Lisístrata.No podemos olvidar los obscenos poemas satíricos de Sotades, que llegaron a acarrearle la prisión por las críticas hacia la unión de Ptolomeo con su hermana Arsinoe. Durante un tiempo se identificó incluso como literatura sotádica la propia literatura erótica. Hacia el siglo II a. C. se atribuye a Luciano la escritura del libro pornográfico más antiguo, Los diálogos de las cortesanas. Es Luciano, precisamente, quien emplea por primera vez el término de lesbianismo para definir la homosexualidad femenina.Platón, en El banquete, distinguía dos tipos de amor: el de Afrodita Pandemo o Popular, que era el amor practicado por la mayoría, el que busca el goce inmediato, y el de Afrodita Urania o Celestial, donde la relación erótica constituía una especie de camino hacia el conocimiento. Este segundo tipo de amor no se opone al placer ni al estímulo, pero se diferencia del de Afrodita Pandemo en que tiene un objetivo más lejano, donde el conocimiento y el éxtasis «se funden en un mismo hálito», según apunta Morales.

La antigua Roma también es rica en este tipo de textos literarios. A esta época pertenecen los Priapeya, una serie de poemas acerca del dios Príapo. Además de los acercamientos al género de autores como Marcial, Juvenal, Plauto, Catulo y Horacio, cabe destacar el muy célebre Arte de amar de Ovidio, el Satiricón de Petronio y El asno de oro de Apuleyo.

De la cultura árabe nos llega la obra medieval Las mil y una noches, del siglo IX. O El jardín perfumado de Cheik Nefzaoui, un manual al estilo del Kama Sutra. Un segundo manual surgió en la India aproximadamente hacia el siglo XV, el Ananga Ranga, de
Kalyana Malla, con una serie de consejos para evitar la monotonía en el matrimonio.

En las religiones y sistemas de creencias, el erotismo aparece con reiterada frecuencia, aunque se puede encontrar en dos facetas aparentemente muy opuestas: por ejemplo, en el cristianismo católico, los textos místicos de san Juan de la Cruz en su
Cántico espiritual y Las moradas de santa Teresa de Ávila poseen una retórica llena de un sublimado erotismo dirigido a la deidad, según sus autores, pero se podría entender de otra manera en otro contexto, mientras que en otras religiones, por ejemplo, en la antigua Mesopotamia, existía una prostitución sagrada que llegó a la Grecia clásica. En la Roma antigua resulta evidente el contraste entre la lujuria con abundante arte erótico o, más que entre los griegos, directamente pornográfico, y la severa castidad y virginidad impuesta a las vestales. Tales antinomias dentro de un mismo sistema religioso se evidencian también en el hinduismo, donde existen movimientos promotores de las más rigurosas ascesis opuestas a lo libidinoso junto
a exaltaciones de la sexualidad, como ocurre con el conocido libro del Kama Sutra.Escrito por Mallanaga Vatsyayana como un texto religioso dirigido al pueblo, la obra constituye un compendio de técnicas y consejos en las artes amatorias, que van desde el erotismo y la sensualidad más sutiles hasta una descripción detallada y gráfica de posturas sexuales para el acto de la cópula.

En la Biblia, los pasajes eróticos no son pocos, sobre todo en el Antiguo Testamento: por ejemplo, cuando las hijas de Lot emborrachan a su padre y tienen relaciones sexua- les con él, o los fragmentos de nítido e intenso erotismo y también gran belleza del Cantar de los cantares, todo un profundo bagaje de figuras y símbolos nacidos del sexo, además con la magnífica traducción de Fray Luis de León, causa entre otras de su encarcelamiento y del proceso inquisitorial que padeció.

El carácter desvergonzado y satírico de gran parte de la literatura medieval terminó recogiéndose en cancioneros y antologías, y significaba un elemento natural de aquella cultura de carácter popular y de transmisión oral. Las nuevas necesidades de entretenimiento y la ampliación de la audiencia que tuvieron lugar en el Renacimiento provocaron que distintos escritores creasen nuevas obras en la misma línea, inicialmente destinadas a sus nobles patrones, pero accesibles también a un público más amplio. En el contexto de la Contrarreforma, el extremado carácter licencioso de muchas de ellas originó conflictos con el papado romano, que durante los siglos siguientes se ampliaron considerablemente.

En la literatura castellana, desde la Edad Media hasta los Siglos de Oro, obras importantes podrían catalogarse dentro de la temática del erotismo, como el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, en el que el autor narra los hechos de su vida amorosa. Un poco más adelante en el tiempo, se pueden citar La Celestina, por su destacada atención a la narración de los aconteceres de una alcahueta, y La lozana andaluza de Francisco Delicado, centrada en la descripción del mundo de la prostitución en la Roma renacentista. No obstante, a pesar del puritanismo reinante en la época, multitud de escritores dedicaron algún texto al erotismo y a la sexualidad, como Quevedo o el mismo Góngora.

La literatura erótica cobró importancia en Italia con la llegada del Renacimiento, reflejada entre otras en la obra cumbre del período: el Decamerón de Boccaccio, libro prohibido en muchos países y del que, todavía cinco siglos después, entre los años
1954 y 1958, diversas copias fueron destruidas en países como Estados Unidos o Inglaterra. Otras obras de gran difusión son las de Girolamo Morloni, con títulos como Novellae, un atractivo retrato de las costumbres sexuales de Nápoles, y Pietro Aretino, que cautivó a los lectores con comedias como sus Sonnetti lussuriosi y la obra Ragionammenti, en la que relata las perversiones de la época. Despunta también la figura de Antonio Beccadelli, cuya obra de mayor fama es Hermaphrodi‑ tus. Estos libros no escaparon a la censura católica. Entre otros ejemplos de la época cabe también citar el libro De amore de Andreas Capellanus y los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer.

Durante el siglo XVI, la herencia medieval se acentuará en una de las literaturas más ricas de Europa, la francesa, a través de obras maestras del género como Pantagruel y La vie très horrifique du grand Gargantua de Rabelais, escritos que parodian los exce- sos del amor sensual, pero que también apuestan por un carpe diem. En este mismo contexto, el grupo de poetas conocido como La Pléyade también aborda la poesía amorosa de carácter libidinoso. Así, en Sonnets pour Hélène Pierre de Ronsard trata el tema del amor prohibido de un hombre de avanzada edad a una joven doncella. Inspirada en el Decamerón, Margarita de Navarra escribió el Heptameron, una colección de 72 historias cortas que versan sobre los temas de la lujuria y la sexualidad.

En los siglos XVII y XVIII comenzaron a circular numerosos ejemplos de literatura porno- gráfica o erótica, impresos principalmente en Ámsterdam y pasados de contrabando a los demás países europeos. Entre estos destaca L’école des filles, una obra francesa impresa en 1655, considerada como una de las iniciadoras de la pornografía. Durante la Ilustración, muchos de los librepensadores franceses empezaron a explotar la pornografía como medio de crítica y sátira social. La pornografía libertina simboliza un comentario social subversivo, dirigido a menudo contra la Iglesia católica y las actitu- des generales de represión sexual. Estos panfletos de muy bajo precio producidos en masa circulaban por todas las clases sociales. Las historias e ilustraciones (vendidas en las galerías del Palais Royal junto con los servicios de prostitutas) se caracterizaban a menudo por su anticlericalismo, una tradición que en Francia se ha prolongado hasta casi la actualidad. Hasta la Revolución francesa, la pornografía se usó también como comentario político: María Antonieta era a menudo objeto de fantasías que incluían orgías y toda clase de actividades lésbicas, así como las más descabelladas teorías sobre la paternidad de sus hijos. Las Memoirs of a Woman of Pleasure (más tarde retituladas Fanny Hill), escritas en 1748 por John Cleland, son un caso aparte,pues pese a que el texto satirizaba las convenciones literarias y las costumbres de moda en la Inglaterra del Siglo de las Luces, provocó el mayor escándalo por su retrato de una mujer, la narradora, que se deleitaba con actos sexuales sin consecuencias físicas o morales. Aunque ha ocupado uno de los primeros lugares en la reedición de libros en inglés, en Inglaterra, no se consideró legal poseer una copia hasta 1970.

Durante y tras la Revolución Francesa se imprimieron las famosas obras del marqués de Sade, a menudo acompañadas por ilustraciones, que sirvieron de comentario político o filosófico para su autor. Abiertamente libertino, su oposición a toda ley y su particular visión del mundo le acarrearon años en prisión. Precisamente durante su estancia en La Bastilla, comenzó a escribir la que la crítica define como una de sus obras más importantes, Los 120 días de Sodoma, donde narra las historias más depravadas, frecuentemente unidas a una violencia exacerbada. No en vano, el sadismo hereda su nombre del apellido del marqués. Otra brillante obra suya lleva por título Justine, en la que narra la vida de dos hermanas huérfanas que escogen dos caminos
muy diferentes, una acogida al culto religioso y la otra entregada al vicio y la perversión. Las obras de Sade también contribuyeron en cierto modo a la transformación del género.

La literatura erótica más salvaje continuó en el siglo XIX. El autor austríaco Leopold von Sacher-Masoch imprimió su nombre en la historia por dos motivos de igual importancia: el escándalo y el éxito generados en Francia por su obra La Venus de las
pieles, en la que sienta las bases de lo que más adelante se terminará conociendo, en honor al apellido del autor, como masoquismo, consistente en ser azotado, hacerse atar y ser humillado por la pareja.

A finales de siglo, Arthur Schnitzler muestra un profundo interés por el erotismo y la psicología. Fue muy admirado por Freud, quien vio en él su alma gemela en el ámbito literario. El dramaturgo y novelista proclama en varias de sus obras la supremacía del instinto sexual sobre las convenciones sociales. Su obra más polémica fue La ronda, un ciclo de diez piezas dramáticas de un solo acto, cada una formada por una pareja de amantes, de tal forma que uno de los integrantes de la pareja repite en dos escenas consecutivas, en una especie de danza de emparejamientos sexuales. La obra se publicó primero en 1900 en una edición no venal limitada a 200 ejemplares, que el autor distribuyó entre sus amigos. La primera edición comercial, realizada en Alemania en 1903, llegó a vender más de 40.000 ejemplares. El año siguiente, sin embargo, la obra fue retirada de la circulación en diversas ciudades germanas. En Viena pasó prácticamente lo mismo. Otra novela de gran importancia en Alemania fue Josephine Mutzenbacher, considerada como un clásico del erotismo. Publicada anónimamente, se atribuye su creación a Felix Salten. La historia es narrada desde el punto de vista de una prostituta vienesa de 50 años, que rememora sus escapadas sexuales entre las edades de 5 y 12 años. El libro toca casi todos los posibles tabúes relativos al sexo, como la prostitución infantil, el incesto, la homosexualidad, la violación o las orgías. Anecdóticamente, Felix Salten es conocido sobre todo por ser autor del clásico infantil Bambi.

En cuanto al siglo XX, dada la gran cantidad de obras literarias que sobresalen, solo destacaremos la de D. H. Lawrence, autor de uno de los libros más polémicos de su época: El amante de Lady Chatterley, que narra el adulterio de una mujer con un
sirviente durante la ausencia de su marido, describiendo con todo lujo de detalles las relaciones sexuales de los amantes.

Un elemento fundamental, y que transforma totalmente la perspectiva, reside en el papel de la mujer, pues salvo raras excepciones (Safo, Teresa de Ávila, Madame de La Fayette, Mary Shelley…), en general, y prácticamente hasta la llegada del siglo XX, la voz erótica de la mujer ha permanecido casi muda u oculta en la literatura. Desde la segunda mitad del siglo, esta ha adquirido un papel fundamental, se ha multiplicado y se extiende sin ningún tipo de complejo, como podemos comprobar en algunas de las obras que hemos seleccionado. Los autores y títulos enumerados a continuación son solo algunos (en concreto, quince) de los casos más representativos de un conjunto muy amplio, que abarca prácticamente toda la literatura del siglo xx hasta la actualidad.

• G. Apollinaire, Las once mil vergas (1907).

• D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley (1928).

• G. Bataille, Historia del ojo (1928).

• H. Miller, Trópico de cáncer (1934) y Trópico de capricornio (1938).

• J. Genet, La querella de Brest (1947).

• P. Réage, Historia de O (1954).

• V. Nabokov, Lolita (1955).

• E. Arsan, Emmanuelle (1959).

• A. Nin, El diario de Anaïs Nin (1966).

• C. Bukowski, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972).

• M. Duras, El amante (1984).

• M. Vargas Llosa, Elogio de la madrastra (1988).

• A. Grandes, Las edades de Lulú (1989).

• V. Tasso, Diario de una ninfómana (2003).

• M. Panarello, Los cien golpes (2004).

 

 

 

 

Implicaciones

El erotismo constituye uno de los núcleos de interés constantes para el estudio de la historia literaria desde una perspectiva tematológica, genérica o tópica. Su constante cultivo a lo largo de todos los períodos históricos y en diferentes culturas y lenguas permite un interesante estudio contrastivo de las percepciones, los valores y las creencias de cada comunidad, tanto productora como receptora de los textos.

Además, representa una de las líneas de mayor atractivo para la didáctica de la literatura contemporánea, pues la investigación que genera se basa en la literatura comparada, en el análisis del discurso, en la teoría de la recepción, en la sociología literaria, en el historicismo y en la perspectiva de género.

En nuestros días, el interés por la literatura erótica se ha visto concretado en diferentes galardones específicos concedidos a la novela erótica, como La sonrisa vertical, otorgado por la editorial Tusquets desde el año 1979 hasta 2004.

Ligado a la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, podemos constatar el incremento de la actividad generada en torno a la literatura erótica y, sobre todo, de su visibilidad, a través de la existencia de numerosas webs en las que se recogen trabajos eróticos, con frecuencia de usuarios anónimos o enmascarados con un nick, de calidad literaria variable y centrados en gran parte de los actuales tabúes sexuales: orgías, incestos, sadomasoquismo, relaciones sexuales con menores o filiales, etc.

Referencias

Alexandrian, S. (1990), Historia de la literatura erótica, Barcelona: Planeta.

Bloch, I. (1938), Sexual Life in England Past and Present, London: Oracle Publishing. Brulotte, G, y Philips, J. (eds.) (2006), Encyclopedia
of Erotic Literature, vol. 1, New York: Routledge.

Calvo Martínez, J. L. (2009), Antología de poesía erótica griega. Poemas de amor y sexo en Grecia, Madrid: Cátedra.

Grantham Turner, J. (2003), Shooling Sex: Libertine Literature and Erotic Education in Italy, France and England, 1534-1685,
London: Oxford University Press.

Morales, G. (1998), Antología de la literatura erótica, Madrid: Espasa.

Rodríguez Adrados, F. (1994), Cuento erótico griego, latino e indio, Madrid: Orto.

Fecha de ultima modificación: 2014-04-01